sábado, 16 de mayo de 2009

Los vimos irse


Vinieron juntos a la redacción de Hecho y Derecho.
Me preocupé. Tenían los ceños fruncidos, una actitud algo rígida.
No se reían, como habitualmente cuando se reúnen.
Ingresaron caminando, codo con codo, mirándose de costado, como para darse ánimo.
Saludaron a la gente de las otras páginas y vinieron para mi escritorio.
Como es natural, la vocería estuvo a cargo de Honorio Laureado.
Querían cambiar empezar una nueva etapa. "Crecimos, jefe; tenemos vuelo propio"
"Bueno, muchachos, está claro; pero ¿llevarse todas sus historias?", les repliqué.
Me explicaron un proyecto novelesco que ni quise escuchar.
Cuando percibí que en El Homológico había inquietud caí en la cuenta de que todo estaba preparado desde antes.
"¿Usted también, doctor?", interrogué a Armando Témpore, que guardaba un vergonzante segundo plano.
"Miré, m'hijo, es una oportunidad que no podemos desaprovechar. Lo conversamos largamente con los amigos. Parecería que allí vamos a tener otro protagonismo. Pagan mejor, ¿vio?"
Como me estaba por quebrar, preferí no azuzar al idiota de Urbano Rivera.
Miré para un costado, para que no se vean unas lágrimas que empezaban a asomar.
Les señalé en silencio al editor de El Homológico, que ahora avanzaba con los brazos abiertos.
"Pensar que los ví nacer", pensé.
Hice un bollo con un borrador y lo arrojé violentamente al basurero.
La única satisfacción fue embocar.
Con mis compañeros de Glorifica los vimos irse.
Pero nadie hizo ningún comentario.
Nos zambullimos en nuestros monitores y, galopamos los teclados, como si no hubiera pasado nada.+