sábado, 21 de enero de 2012



Nadie ama a quien no conoce. Conocer más a Dios es fundamental para crecer en la fe.
El Jesús de Nazareth, de Benedicto XVI (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Editorial Planeta Encuentro, Segunda Parte. 396 pgs, 2011. Desde la Entrada en Jerusalen hasta la Resurrección) es un elemento fabuloso para profundizar en el mensaje evangélico del Redentor.
Es una experiencia extraordinaria aprovechar sus décadas de estudio, tanto en este volumen como en el anterior. 
El Papa tiene una pluma muy agradable, con la sencillez de los sabios y la simplicidad de las obras de arte.
Leerlo con detenimiento, poniendo atención y disponiendo los sentidos, es elevarse. Es como un retiro.
Hay tantas cosas para rescatar, como párrafos tiene el libro, siempre que uno quiera aprender. Pero hay un mensaje permanente: la necesidad de encontrar y relacionarse con la persona de Jesús.+

El Sonido de las Rocas





Como el cerro transpira el deshielo,

Corre el canto por las hojas,

El dulce sonido de las rocas

Emerge de estos versos que leo.




Por más que nadie lo escuche

El río igual ofrece su canto.

Como un vestido que no se luce

Las letras son para la hoja su manto.




Se pasean por la noche oscura

O se florean con la luz del día,

Sin pronunciar hola ni adiós.




No pretenden exhibir hermosura

Ni procuran la aclamación proferida.

Todo es para mayor gloria de Dios.+

Rock y Circo




Una memoria selectiva de medio siglo del rock argentino pudimos compartiir con Miguel Cantilo.

Confieso que, tal vez ilusamente, esperaba algo más o mejor de este tercer libro de mi juglar favorito.
Error: No debí esperar otra cosa porque  "Qué Circo!" (Galerna, 2011, 319 pgs) es un Cantilo en versión pura.

Por algún motivo, el ex Pedro y Pablo relata a través de un personaje ficticio el período en el que conoció la gloria y el estilo de vida hippie, caracterizado por el consumo de drogas y sexo libre. El anecdotario de la época no es despreciable, pero al ser relatado en tercera persona pierde fuerza.

Luego encara el pasado reciente en un estilo muy similar al anterior, y culmina con una serie de pontificaciones que se parecen mucho al resentimiento de un tiempo que pasó y se fue. 

Nadie duda, al menos yo, que el autor de La Marcha de la Bronca no sangra por la herida, sino que es un intelectual que examina los pliegos de la realidad, un poeta que no calla.  Pero que canta mejor con la guitarra que con el papel impreso.
Por más que lo anticipa, hay omisiones históricas que duelen y apariciones casi injustificadas. Pero así es el maestro.

A lo largo del libro hay tres constantes: los hacedores de esta historia fascinante, las drogas y la represión, y un sustrato: la política.

No se pierde el tiempo leyendo (ni mucho menos oyendo) a Cantilo, pero no deja un sabor agradable.+