jueves, 30 de enero de 2014

En la vía

Antes de narrar el extraño episodio de esta mañana debo aclarar que no es algo habitual en mí y que se enmarca en la grandeza y generosidad de Nuestro Señor.
Mi deseo de narrarlo, además de solazarme por haber sido partícipe, tiene que ver con las circunstancias antropológicas del caso que quisiera repensar.
Últimamente viajo al centro con lo mínimo indispensable: esta tableta electrónica, algún libro; en este caso, el de Santo Tomás de Aquino, por Chesterton. Por las dudas sumé una carpeta con un texto mío que quería corregir, lo que prefiero hacer con birome sobre papel.
Ya que portaba tres cosas, que incomodan en la mano, decidí llevar a cambiar una camisa de manga corta que mamá me regaló en Navidad. La bolsa me sería útil para poner allí los objetos.
Un cartel en la estación de Beccar avisaba que faltaban once minutos para la llegada del tren que me llevaría a Retiro. Miré entre los bancos y había un par de lugares disponibles al lado de un moreno de unos treinta años que vestía únicamente un bermudas verde oscuro. Me senté cerca suyo -pero no al lado- y, mientras consultaba el correo electrónico, relojeaba la mirada desafiante y la cabeza erguida del muchacho a quienes iban apareciendo por el andén. Pero, una vez que pasaban, su torso volvía a inclinarse en noventa grados y apoyaba las manos sobre sus cuádriceps y los frotaba en forma casi imperceptible, con la cabeza gacha. Sus pies descalzos estaban algo enbarrados. Era de morrudo y su mirada, clara.
Me llamó la atención su actitud y se me ocurrió preguntarle en voz muy baja: "¿estás así porque querés o te pasó algo?".
El, mirándome alternativamente a mi y al suelo, respondió genéricamente "no, me pasó algo. Tuve un quilombo y pasé la noche en una comisaría (creo que dijo de San Fernando). Perdí todo: el celular, todo... Para peor, ahora me estoy yendo a Olivos a laburar".
Su respuesta era sospechosamente genérica y carecía de detalles, pero tenía la decencia de no acusar a nadie; ni a la caña, ni a ladrones, a nadie.
Hice un breve silencio y noté la presencia de mi camisa en la bolsa. Luego de rápido análisis, se la ofrecí. Era un regalo de mamá. Pero nada especial. Mamá nos regala a todos lo mismo el mismo para no hacer diferencias. Por otra parte, a ella le encantará saber su destino final.
Apenas se la ofrecí, se le iluminó el rostro. No recuerdo que La Haya agradecido verbalmente. Lo suyo eran gestos mudos. Se desesperó por abrirla. No sabía bien qué hacer. No le sacaba ni la etiqueta. "Uuuuh..." decía. "Sácale la etiqueta...", "si querés, damelo (por el alfilercito de gancho)" y "lo único que pido es que tires la bolsa", fueron las únicas palabras que le dije, sin obtener respuesta.
La desabotonó y se la puso. Respiraba profundo y con alguna agitación. Recién ahí apoyó su espalda sobre el banco y la satisfacción lo desbordaba. 
Volví a lectura, pero no pude concentrarme más. Analizaba si debía decirle algo, si tenía que aprovechar el gesto para evangelizar. Pero nada vino a la mente, con la claridad con la que había aparecido la camisa.
Decidí saludarlo con una frase breve: "tratá de alejarse de los quilombos..." y, tras golpear su rodilla con mi carpeta. El me respondió con cara de "ojalá..." Y apuntó al vagón que tenía adelante suyo.
Iba leyendo cuando, en Olivos, me acordé del tipo y miré por la ventana y ahí estaba, caminando como si fuera la primera vez que sus pies pisaban el cemento y, luego, el pavimento, al cruzar la calle.+

viernes, 17 de enero de 2014

¿Dime quién me lo robó?

En esta serie de escritos sobre Teología Rockera, debió haber estado con mayor desarrollo esta canción de Charly García, "¿Dime quién me lo robó?", que interpretó con  Sui Generis. Porque es un texto de evidente búsqueda religiosa. La letra dice así:


"Mirábamos de pie 
por la ventana al sol, 
al cielo, las nubes y a Dios. 
Sabía yo creer el cuento sin razón, 
al hada, la bruja y a Vos. 
Sabía correr, podía reír, 
y creo también que era feliz. 
La escuela estaba ahí, esperando por mí:
mi patio, mi banco marrón. 
todo estaba muy bien,  
si sabía la lección 
de historia, de inglés o de amor. 
Siempre fue igual mi profesor: 
siempre tuvo el la razón. 
Un día descubrí que empezaba a crecer. 
Sentí, lloré y creí. 
De pronto fui un varón que no tenía mujer 
y quise poderla conseguir. 
¡Qué tonto fui! ¡Se rió de mí!
y ¿qué iba a hacer? Me reí también. 
Y ahora miro atrás un poco 
y hace tanto que pasó, 
y todo lo que yo amaba 
ya no es mío y se escapó. 
Y ahora estoy tan confundido.
Miedo y humo alrededor 
¿Dónde está el sol? 
¿Dónde está Dios? 
Dime quién me lo robó. 
Y vuelvo a caminar 
y empiezo a recordar: 
mi casa, mi padre y Jesús. 
Y tengo que elegir, 
ya es tiempo de partir, 
mi vida, mi amor y mi luz. 
No se muy bien 
qué voy a hacer. 
Quiero a mi Fe 
quiero creer. 
Y ahora miro atrás un poco. 
Y hace tanto que pasó, 
y todo lo que yo amaba 
ya no es mío y se escapó. 
Y ahora estoy tan confundido. 
Miedo y humo alrededor. 
¿Dónde está el sol? 
¿Dónde está Dios? 
Dime quién me lo robó. 
No se muy bien qué voy a hacer. 
Quiero a mi Fe, 
quiero creer.


Ayer, en misa de Santo Domingo, el cura hizo su homilía basado en la primer lectura, que se transcribe al final, y usó la misma fórmula que Charly en aquella genial canción.
En la lectura se cuenta la derrota de Israel contra los filisteos en la que aquellos roban el Arca de Noé, que estaba bajo custodia de los hijos de Elí, Jofní y Pinjás, que según recuerdo eran sacerdotes.
El Papa Francisco, en su homilía de ayer, hizo la misma relación entre ese pueblo y sus sacerdotes para con Dios, al que tenían como una cosa externa (cosificada en el Arca), ya que no vivían la Palabra de Dios. El robo del Arca por parte de los filisteos fue como robarles a Dios.
Lo que en definitiva decían el dominico ayer en el Convento y el Papa en Roma era que en definitiva quienes roban a Dios son los curas que se apoderan de la religión, como una posición de poder. Decía textualmente Francisco: “Pero ¿nos avergonzamos? Tantos escándalos que no quiero mencionar individualmente, pero que todos conocemos… ¡Sabemos cuáles! Escándalos, algunos que han costado tanto: ¡está bien! Se debe hacer así…. ¡La vergüenza de la Iglesia! ¿Pero nos hemos avergonzado de aquellos escándalos, de aquellas derrotas de sacerdotes, de obispos, de laicos? La Palabra de Dios en aquellos escándalos era una cosa rara; en aquellos hombres y en aquellas mujeres la Palabra de Dios ¡era rara! ¡No tenían un lazo con Dios! Tenían una posición en la Iglesia, una posición de poder, también de comodidad. ¡Pero no la Palabra de Dios! ‘Pero, yo tengo una medalla’; ‘Yo llevo la Cruz’… ¡Si, como esos llevaban el arca! ¡Sin la relación viva con Dios y con la Palabra de Dios! Me viene a la mente aquella Palabra de Jesús para aquellos por los cuales vienen los escándalos… Y aquí el escándalo ha venido: toda una decadencia del pueblo de Dios, hasta la debilidad, a la corrupción de los sacerdotes”.
Si querés te digo, Charly, yo sé quién te lo robó.+

1 Samuel 4, 1-11 

Sucedió en aquellos tiempos, que los filisteos se reunieron para hacer la guerra a Israel y los israelitas salieron a su encuentro. Acamparon cerca de Eben-Ezer y los filisteos en Afeq. Los filisteos se pusieron en orden de batalla contra Israel. Se trabó el combate y los israelitas fueron derrotados y sufrieron cuatro mil bajas. El ejército se retiró al campamento y los ancianos de Israel se preguntaban: "¿Por qué permitió el Señor que nos derrotaran hoy los filisteos? Traigamos de Siló el arca de la alianza del Señor, para que vaya en medio de nosotros y nos salve de nuestros enemigos".

Mandaron traer de Siló el arca del Señor de los ejércitos, que se sienta sobre los querubines. Los dos hijos de Elí, Jofní y Pinjás, acompañaron el arca.

Al entrar el arca de la alianza en el campamento, todos los israelitas lanzaron tan grandes gritos de júbilo, que hicieron retumbar la tierra. Cuando los filisteos oyeron el griterío, se preguntaron: "¿Qué significará ese gran clamor en el campamento de los hebreos?" Y se enteraron de que el arca del Señor había llegado al campamento.

Entonces los filisteos se atemorizaron. Decían: "Sus dioses han venido al campamento. ¡Pobres de nosotros! Hasta ahora no nos había sucedido una desgracia semejante. ¿Quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? Estos son los dioses que castigaron a Egipto con toda clase de plagas. Cobren ánimo, filisteos, y sean hombres. No sea que tengamos que servir a los israelitas, como ellos nos han servido a nosotros. Luchemos como los hombres".

Los filisteos lucharon e Israel fue derrotado. Todos los israelitas huyeron a sus tiendas. Fue una derrota desastrosa en la que Israel perdió treinta mil soldados. El arca de Dios fue capturada y murieron Jofní y Pinjás, los dos hijos de Elí.

miércoles, 1 de enero de 2014

Paz para el 2014

En aquel tiempo, el Señor habló a Moisés y le dijo:
"Di a Aarón y a sus hijos:
'De esta manera bendecirán a los israelitas:

El Señor te bendiga y te proteja,
haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor.
Que el Señor te mire con benevolencia
y te conceda la paz'.


Así invocarán mi nombre sobre los israelitas
y yo los bendeciré".

Números 6, 22-27