lunes, 12 de abril de 2021

Un soplo de aliento

En estos tiempos pandémicos andamos algo sugestionados.

El viernes a la noche llegué al Club y un muchacho a quien yo no conocía -pero que luego advertí que sería con quien debía enfrentarme deportivamente- se acercó excesivamente y me hizo un comentario coronado con una sonrisa que se dejaba ver por la impúdica ausencia de barbijo.

No era una provocación. Para nada. Ni de mal gusto. Tampoco era gracioso. Ni siquiera era tan simpatico como la alegre sonrisa con la que acompañó sus palabras.

Me sentí algo incómodo, así que no respondí más que una mezquina mueca. Fue mi táctica para mantenerlo a distancia.

El joven recorrió la tribuna haciendo chanzas que no despertaban risas en los allí presentes hasta que nos tocó entrar a jugar. 

Era un jugador básico pero potente. Pude sostenerle el juego hasta ví que me resultaría imposible, lo que terminó por derrumbarme. Mi ánimo dejó en evidencia cierto fastidio.

Mi contrincante, con claro ánimo componedor -no burlón ni vengativo- repitió dos veces: "perdón". No supe qué decirle. Yo lo había felicitado, como corresponde; había ganado en buena ley. No había lugar para una ofensa que exigiera un pedido de esa naturaleza.

 Al término, y sin que mediara motivo alguno, me hicieron advertir que mi contrincante era un buen hijo de esa institución; un hermano de la vida social y deportiva que no tenía todos sus patitos en fila. Mi alma terminó de derrumbarse. 

Ayer, en la misa del domingo escuché, como si el mismo Jesús me hablara a mí, el Evangelio de Juan 20, 22: "Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo'."

¡Qué sentidos diferentes de entender el soplo del aliento fraterno de mi adversario deportivo! ¡Qué injusto puede resultar juzgar según la primera impresión!

¿Estamos realmente con el corazón dispuesto para recibir al Espíritu Santo? 

domingo, 28 de febrero de 2021

De jesuitas misioneros


Empezaba el pontificado de Francisco cuando otro ex alumno -mayor que yo- de la Compañía de Jesús, Adolfo Castro Almeyra, me recomendó: si querés dimensionar lo que es un jesuita lee el libro de John Gallahue (El Jesuita,  EMECE Editores, 1973).

La síntesis dedice así: "En 1931, el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pacelli, convoca al joven jesuita de ascendencia rusa, Alexander Ulanov, que se encuentra en el seminario de Woodstock, Estados Unidos. Llegado a Roma, el joven Ulanov se entera de que ha sido elegido, a pesar de todo, para llevar la fe y la esperanza a los católicos que viven más allá de la cortina de hierro, misión en la que otros habían fracasado y perdido la vida. El deber y la responsabilidad de esta delicada y peligrosa empresa, unidos a su imperioso deseo de sobrevivir en un medio violentamente hostil, le plantean un dilema de conciencia donde se entrelaza un misterioso lazo familiar con su oscuro sentido del destino. Basada en un echo real, esta historia permaneció oculta en los archivos secretos del Vaticano..."

Hace un par de meses me topé con un ejemplar en una librería de viejo muy bien pertrechada: la que está en Viamonte casi Carlos Pellegrini; lo compré y lo leí. Durante el año pasado había profundizado la lectura de novelas ambientadas en el Vaticano o que dieran un testimonio vivo de la Fe, y eso me condujo a esta lectura que recomiendo ardientemente como novela, como relato histórico y como testimonio de la evangelización.

Solamente hay que imaginar el imperio de la prohibición en tiempos de Stalin y localizar allí a tres extranjeros que estaban para recuperar la vida religiosa en un Estado policial.

No hay manera de compartir lo experimentado por ellos sin adelantarles los detalles de tan osada aventura personal de entrega vital, que contrasta con la vida cómoda y aburgesada de los cristianos que vivimos en Occidente.

Los invito a leerlo, con espíritu de meditación personal. ¿Qué tanto estamos dispuestos a ofertar por anunciar la Buena Noticia de Jesús Resucitado?

Un detalle: la traducción es de Estela Canto, la musa inspiradora de Jorge Luis Borges.+) 


jueves, 25 de febrero de 2021

La isla

Ingresados en la Cuaresma, debemos intentar cambiar algunos hábitos. 

No hace falta dejar la pantalla, por ejemplo; alcanza con elegir otras cosas.

No es divertida, ni convencional. Es más bien oscura. Pero esa opacidad que facilita percibir el origen del brillo. "La isla" es una película kazaka, cuyo protagonista es un extraño monje ortodoxo que vive en un pequeño monasterio, en algún lugar del norte de Rusia. 

Se trata de un rarísimo clérigo cuyas conductas no parecen estar bien, pero tampoco mal. El lento tránsito de la narración audiovisual permite relfexionar acerca de los sucesos que ahí suceden y que, de fluir con mayor rapidez, tal vez no aprehenderíamos fácilmente.

El tratamiento audiovisual de cuestiones como la ascesis o la abstinencia no es algo fácil. El camino que elige el director, Pável Lunguín, es finalmente exitoso, efectivo.

Se puede ver en YouTube o en GloriaTV.+)