jueves, 29 de diciembre de 2022

El triunfo, sus ritos y celebraciones

Los festejos por la victoria final del Mundial de Fútbol en Qatar fueron tan impresionantes que merecen una reflexión.

En primer término, porque se parecieron más a los del 78 que a los del Mundial de México. 

Ambas experiencias tuvieron algo en común. Aquella vez veníamos de un tiempo de fuertes divisiones -de hecho, de una guerra civil- por lo que esa sana y pacífica conquista deportiva nacional nos permitió a los argentinos encontrarnos en un abrazo emotivo, sin diferencias, y celebrar la unión nacional. Si, ni más ni menos que éso aunque parezca desproporcionado.

Desde que Lionel Scaloni se hizo cargo de la selección e impuso su estilo discreto y humilde, los argentinos -que venimos golpeados en nuestro orgullo hace un tiempo largo- consideramos que teníamos una oportunidad a través de estas estrellas tan sencillas como virtuosas. Nos quisimos ver reflejados en ellos. Especialmente cuando, en plena gloria, se encontraron con sus jóvenes familias.

No fue lo que pasó en 1986, cuando Carlos Bilardo impuso su estilo mañoso y la figura del equipo fue un Diego Maradona futbolísticamente brillante, divertido y apasionado pero que dejó estampado en el recuerdo aquella "mano de Dios", que no fue otra cosa que una falta, entre muchas otras opacidades.

Todos nos fascinamos con "el Diego" pero su estilo era pendenciero y alocado. Festejamos esa copa, claro, pero no quedará en la memoria de los argentinos como ésta, que supo a superación y virtuosismo, al esfuerzo de aquellos que llegaron a estas costas hace décadas o siglos para construir un futuro colectivo que dió a nuestro país una trascendencia mundial.

No hay una equivalencia entre fútbol y el desarrollo. Pero si hubo una reacción popular que refleja una idea: así se hace, así se debe hacer.

Por eso este texto pone en valor el rito de muchos de nuestros jugadores que, más allá de las cábalas, señalan al cielo cuando hacen un gol. No hay que suponer nada: cuando hacen declaraciones expresan con mucha humildad que "gracias a Dios" pudieron hacer esto o lo otro; el propio Lío Messi lo dice con todas las letras cada vez que le preguntan por ese rito. Nada de suerte, de cábalas no de mufas; el esfuerzo y la consagración como un don de Dios.

También por eso es que valoramos la celebración popular que tuvimos. Porque se festejó a modo de descarga, claro, pero se celebró la victoria de la virtud y la esperanza de que podemos cambiar. De que tal vez, Dios mediante, hayamos empezado a cambiar.+)


sábado, 3 de diciembre de 2022

De yetas, mufas y cabaleros


El mundial de fútbol masculino (ahora hay que aclarar, como si todo el mundo estuvera pendiente del femenino cuya existencia es desconocida) es un masivo laboratorio de conductas muy útil para la antropología.

Tal vez, el principal elemento son las curiosas creencias que se han instalado como nunca antes en los aficionados al deporte de competición. No se trata ya de una cuestión juvenil, sino que se ha difundido en toda la feligresía futbolera.

Antes era más común en los segmentos menos formados de la sociedad. La cultura popular suele incluir a las supersticiones. Es natural que, a medida que una persona se va formando, va abandonando ciertas suposiciones consagradas por la gente para buscar sus causas últimas, su ulterioridad.

A medida que crecemos, distinguimos del orden terrenal la dimensión que es espiritual y trocamos aquello que suponíamos mágico en religioso. La magia no es trascendente. El alma del hombre trasciende a la magia, porque pertenece al mundo celeste.

Quienes creemos de esta manera entendemos que lo que sucede es parte del plan divino. Los católicos creemos en un Dios Providente, por lo cual no sufrimos el fatalismo del destino. Sabemos que tenemos una misión en este mundo, que los obstáculos son el modo en que el Señor nos señala el camino. El hombre es libre de seguirlo o de darle la espalda.

Para develarlo no hay mejor forma que la oración. En esa interacción uno se presenta ante Dios y la conciencia le permite a uno mirarse desde afuera como en un estudio clínico. A partir de allí, surgen pautas de mejora conductual.

Es cierto que durante ese rito uno puede prender una vela, en forma de ofrenda, recitar frases tal vez en forma repetida, disponer el cuerpo de modo de facilitar esa elevación espiritual y elevar los ojos al cielo, como lo hace Messi cuando mete un  gol.

Porque cuando Messi convierte se persigna y eleva unos pocos segundos sus ojos al cielo, al que apunta con sus dedos índice, en señal de agradecimiento. Es un acto de humildad, ya que reconoce públicamente que El es el factotum de ése logro.

Messi sabe que se esforzó, que se entrenó más de lo necesario y que puso todo en la cancha para que la pelota se estampe contra la red, para que los rebotes siempre lo favorezcan y para aprovechar cada una de las distracciones de sus oponentes.

No es magia, no existe un destino escrito, ni mucho menos suerte. Roberto De Vicenzo dijo alguna vez que "he notado que tengo más suerte en la medida que más entreno".

Así y todo, por estos días hay que tolerar que haya gente aparentemente muy formada cuyo rostro se trastorna al escuchar a otro festejar un gol antes de tiempo y sentenciar, lúgubremente: "lo quemaste".

Más llamativo es ver a otro vestir una prenda sucia y pringosa porque "con esto ví la final del 86", como si tuviera un efecto salvífico en el campo de juego.

Otras veces hay alguno que nos mira irritado en pleno partido. En medio de ese frenesí, uno se pregunta cuál será la razón de su molestia. Hasta que el otro cabecea señalando a una que había expresado inocentemente: "seguro que éste lo ganamos".

Malo es haber coincidido con un ser querido en una derrota. Este siceso fatídico hará desaconsejable volver a ver un partido juntos.

No qusiera ni pensar en aquellos que han sido condenados a ser yeta.

La comodidad de la vida moderna nos ha llevado por el camino del menor esfuerzo; el consumismo desenfrenado se impone por sobre nuestra conciencia ambiental; la sexualidad libre nos ha llevado al estado primigenio del hombre, aquel en el cual poco nos diferenciábamos de las fieras...Pero confundir lo sagrado con la superstición es un grave retroceso.

La creencia sin religión no fructifica y la religión sin formación (no la enciclopédica, sino la del conocimiento personal) no llega a la perfecta fermentación.

En algunos casos el deseo de hacer del Diego un becerro de oro lleva a tergiversar la realidad. Al cierre de "Seamos eternos" (no me refiero a un tratado de teología sino al documental sobre la participación argentina en la última Copa América), se hace un montaje por el cual intenta reemplazar a ese Dios al que Lío señala por el profano Maradó, cuya figura aparece borroneada como si anduviera entre las nubes.

Hoy mismo, el relator del partido en pleno Adviento anunciaba a un nuevo Messias e invocaba la protección del Diego. Podemos tomárnoslo en broma, es lo recomendable, pero sepamos que esas frases y esos comportamientos no son vanos.+)



lunes, 29 de agosto de 2022

La Guardia consagrada


Los lunes trato de no ir al centro y quedarme en casa, en Beccar.

Después de trabajar todo el día, mi plan era irme a la tardecita a la Abadía a rezar, ya que nuestra Iglesia no abre los lunes.

A eso de las 18.45, cuando escuché el campanario, me arreglé y salí para Santa Escolástica, que queda a tres cuadras de casa. Toqué timbre para ingresar, pero nada; ni respuesta, ni luces en la portería.

Todavía estaba con intenso intercambio  mensajes de laburo. Decidí ir a Nuestra Señora de la Guardia, la parroquia de VIctoria, que está a algunas cuadras de allí.

Victoria es un pueblo bonaerense en un contexto suburbano. Es fácil volver a sentirse chico cuando se pasa frente a un colegio o vecino frente a la sencillez del vecindario.

Apenas llegué, me impresionó lo impecable que estaban el atrio, el frente, el interior del templo y, más aún, que estaba completo. Siendo las siete, estaban todos los bancos ocupados.


- ¿Hay algo hoy? -pregunté extrañado a una feligresa que ingresaba.

- ¿Viniste de casualidad? No te puedo creer: son las fiestas patronales y está previsto consagrar la Iglesia.

Me ofrecieron firmar un acta en la que un centenar de feligreses dejaban asentada su presencia en esta importantísima ceremonia que ponía fin a 109 años de construcción en el mismo predio en el que Don Orione vivió al llegar a la Argentina.

Decidí quedarme y asistir a misa, a pesar de que era probable de que durara mucho. Y así fue, pero debo decir que se pasó rápidamente.

Al ratito estaban ingresando en procesión por el corredor principal los monaguillos, diáconos, concelebrantes y, al fondo, el arzobispo de Paraná, Monseñor Juan Puiggari.

Unos voluntariosos músicos hacían sonar guitarra, bombo y flauta, para acompañar a una esforzada cantante que intentaba incentivar al murmullo de voces tímidas.

Los feligreses, con actitud dispuesta, sabían que no se irían con las manos vacías de allí.

El celebrante hablaba, la feligresía respondía y la voz de un muchacho con Síndrome de Down repetía a destiempo palabras clave: Dios, Jesús, amor, amén, como un eco tardío que inundaba de divina termura el ambiente.

Una humareda de incienso se elevó como una oración y mientras diseminaban esa fragancia desaparecía la presencia del ajo que exudaba algún cuerpo vecino.

De pronto, se iniciaron las acciones propias de la consagración del altar. Se impusieron las relilquias de San Juan Bosco, de Don Luis Orione y de otro santo que no identifiqué, y la tenue iluminación se convirtió en brillo y plenitud.

Se ungieron las paredes, se encendieron los cirios, se instauró el sagrario. Era una ceremonia trascendental, de esas que es un privilegio concurrir.

Cuando me retiraba, la gente seguramente se disponía a compartir un refrigerio. En nuestras caras podía imaginar que todos nos sentíamos más protegidos por la Guardiana que antes.+)



El tiempo que pasa

 

Para el recuerdo

(Versos - Hortensio Ibarguren - Página 11)


El tiempo que pasa no es tiempo perdido,

si existe el mañana puede aprovecharse.

El tiempo que pasa no se ha consumido

Es una ventana en donde mirarse.

Tener esperanzas, es confiar seguro

Tener experiencias, es algo valioso.

Pero no alcanza para que el futuro

que exige excelencia sea generoso.

Cumplir objetivos, un plan diferente,

lograr alcanzarlos, produce alegría.

Pero estos motivos, no son suficientes

para realizarlos como plan de vida.

Yo aspiro en el tiempo poder conocerme,

tener fe en lo cierto que me han enseñado

vivir el momento de sentirme fuerte

y obrar con acierto como buen cristiano.

Vivir con los míos

es lo más preciado.

Mi mujer siempre ha sido

y es mi gran estrella

su amor es la fuerza que a mí me da bríos.

El estar seguro de ser bien amado,

y tengo presente que también la admiro

por buena, por firme, por culta, por bella

A mis hijos y nietos, que también valoro

que tengan presente un posible acuerdo

es que sean unidos como son sus viejos.

Que tengan paciencia, valor y decoro,

que sean familia, que no sean ausentes.

porque todo pasa pero no el recuerdo.


Mansilla, 6 de noviembre de 2003