sábado, 18 de octubre de 2014

Los poseídos


Luego de aquel tema que me impactara (Al cielo, no...) y cuyo comentario publicara como parte de esta Teología Rockera, me volví a sumergir en una inmensa cantidad de canciones del uruguayísimo Cuarteto de Nos.
Es una banda alegre y divertida que, a pesar de hacer música pop, esgrime agudas letras de protesta más propias del rock vernáculo
Sus melodías son pegadizas y su poesía es graciosa. Aunque, para quienes creemos en Dios, es decididamente desafiante y sacrílega. Aunque claramente no indiferente. Lo que me sorprendió en estos uruguayos es que dedican cantidad de versos y canciones a la cuestión religiosa. A pesar de negar creer y de que, lisa y llanamente, se burlen de la religión. Pero es importante aclarar que no solamente se ríen de los creyentes sino que son decididamente iconoclastas.
Identifiqué tres canciones sorprendentes: una que niega el valor de la democracia y que destaca al voto ponderado y el gobierno de una minoría ("no quiero ser normal"); otra, con ribetes claramente racistas ("no somos latinos" en la que se ufana de su patria, "la Suiza del Sur"), y un ataque a los ecologistas y sus causas ("me encanta ver a un pingüino empetrolado" o "Greenpeace es un curro, no lo dudo", frases que surgen de "Maten a las ballenas").
La cuestión religiosa está presente en miles de canciones. Es evidente que el letrista ha sufrido una mala catequesis, como analizamos en Al Cielo, no... Plantea la oprobiosa obligación de ir a misa como parte de su historia personal. Pero también la de trabajar (Pobre papá).
Su poesía refleja una profunda búsqueda. Al punto que en alguna canción reconoce estar cansado de buscar.
Su filosofía es definitivamente relativista. La dualidad y el relativista están presentes tácita y explícitamente en sus textos. La cuestión idéntitaría también es reiterada. Hay un jocoso egocentrismo algo exacerbado ("Me amo, Así soy yo, Mírenme, Mi lista negra, Breve Descripción de mi persona). Sufre una emergente insatisfacción ("mi corazón vacío no soporta una ausencia más", en Porfiado; "no encuentro en qué creer", "nadie es santo de mi devoción", "la religión me aburre", en "Nada me da satisfacción"; "Me hace bien, Me hace mal"). Una profunda soledad ("Todos pasan por mi rancho, pero nadie se queda", en donde califica a la soledad como una condena; "Cuando ya no importe", sobre la vejez. Hay un conflicto con su padre en "Cuando sea Grande" y en "El Hijo de Hernandez", entre otros. Y un condicionamiento social muy grande que se revela en la búsqueda de la definición de lo que es normal y lo que es raro. El uso desenfadado de un lenguaje políticamente incorrecto es una clave en su poesía. 
Su provocación es constante. Es muy uruguayo el letrista que se identifica con ese Pueblo Podrido en el que se quiere quedar. Pero se ríe de Artigas, al que imagina borracho en una página olvidada para la historia, y de su país, del que se honraría en "ser el primer desertor" en el hipotético caso de una invasión brasilera. En otro conflicto imaginario imagina a los orientales invadiendo Malvinas como consecuencia de una pelea con la Argentina por la disputa para definir cuál es el país natal de Gardel.
Las canciones repiten que "todo me chupa un huevo" o que "la Patria me chupa un huevo". Su osadía es escandalizadora, como cuando canta con alegría que tiene al Diablo en su corazón. Tiene formación religiosa y la demuestra en el tono certero de sus referencias.
¿Qué más se puede decir de alguien que se carga los más atroces crímenes de la humanidad (como el del Atentado al Papa porque Dios no lo escuchaba) o simplemente de matar a la maestra (entre otras razones porque le hizo creer que la Biblia era verdad y que todo se arreglaba con rezar)?
Hay muchos más detalles por explorar en estas voces profanas. Son un contrapeso de la cultura Rioplatense predominante. Veremos si se hacen merecedores de algún otro capítulo.+