sábado, 4 de mayo de 2019

Encendidos... (2/2)

A la zaga de #TeologíaRockera debemos completarla con un análisis antropológico que surge de las letras del llamado rock nacional.
Es evidente que las significaciones culturales sufrieron una gran modificación, según fueron pasando los años. Es posible ver en algunos autores su propia evolución, por llamarlo de alguna forma.
Hay autores que habiendo sido protagonistas de la tercer generación del rock nacional, como el fallecido Adrián Otero, son paradigmas del estereotipo cultural del tango. No digo ya de la primera época de la música progresiva vernácula, sino que hay que remontarse hasta el tango de Carlos Gardel para encontrar algo similiar al paradigma de Memphis La Blusera.
Para Otero, las homosexuales son feministas o "bifurcadas" y mentan a la madre en su clásico rol tradicional, como cuando le reclama "porqué me hiciste varón", en una de tantas parodias que canta a la cultura moderna.
También Miguel Zavaleta le canta en esa misma época a la madre, cuando le pide que le planche la camisa "porque me quiero ir a bailar".
Dos generaciones antes, el clásico Moris se animaba a recordar a su madre en una pintura que vale la pena recordar, porque nunca más se escuchará una oda tan sentida para una progenitora (Ayer nomás, 30 minutos de vida - 1970): "Miro las fotos de ayer, mamá qué joven que estás; linda la vieja, lindos sus ojos. Era la tarde ayer. Momentos que extrañaré: vida, risas y sol. ¿Porqué la tarde se fue?, ¿porqué, mamá, no venís? Por que yo sigo siempre conmigo, y tú te quedas sin mí".
Pero es el mismo Mauricio Birabent quien cantará años más tarde, en su exilio madrileño, "Qué dije" (Fiebre de Vivir, 1978, que llegara años más tarde a la Argentina), en donde incita a la rebelion de la hija contra la madre: "Llegas muy tarde a tu casa y te espera tu mamá con el palo; y te preguntará: nena, ¿te han tocado? Tú le contestarás: ¡si mamá, en todos lados!"
Pero pasaron dos años para que se volviera a preocupar por su madre, que le "habla de dinero y mis amigos también andan mal y, para colmo, la casa de empeños guitarras viejas no quiere aceptar" (Golpe de Suerte, Mundo Moderno - 1980).
Pero pocos interpretaron tan bien el dulce amor filial por una madre como Pappo. Su canto parece resonar en los arrabales en las voces de los malevos: "nadie se atreva a tocar a mi Vieja, porque mi Vieja es lo más grande que hay" (Mi vieja, Blues local - 1992).

Visto desde el ángulo inverso, es Jorge Fandermole quien compone para la Trova Rosarina en las voces de Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré, una bellísima oda para un niño no nacido (Era en abril, Tiempos Difíciles - 1982).
En la primera época, Luis Alberto Spinetta tuvo gran conciencia de la paternidad a los 23 años: "Hoy, que un hijo hiciste, cambia ya tu mente, cuídalo de drogas, nunca lo reprimas, dale el áurea misma de tu sexo". (Todas las hojas son del viento, Artaud, Pescado Rabioso - 1973).
Casi cuarenta años más tarde, Roberto Foccacio (Cuando sea grande, Porfiado, Cuarteto de Nos - 2012), en cambio, compuso a sus 50 una mirada distinta de la proyección familiar, que ilustra en un trazo el Sindrome Peter Pan" al cantarle presuntamente a su padre: "Cuando sea grande, no quiero ser como vos", y enumera todas las cosas de las que quiere diferenciarse.