viernes, 21 de junio de 2013

De antihéroes y perdedores

Un gigante del rock nacional como Roque Narvaja merecía un lugar en este espacio dedicado a la Teología Rockera.
Me pasé varios días escuchando sus discos y pude emocionarme con la canción política de los 70. Narvaja produjo canciones lindísimas como "Para Victoria" ("Victoria, tu nombre es grito de lucha y de gloria; Victoria, los hombres te siguen detrás de la aurora" ... "es el hombre nuevo que nada promete, sólo da" ... "que construye al mundo por amor; siembra la esperanza, protege los niños") o "¿Porqué no han venido los compañeros?", que recuerdan más a la emotiva poesía de Alfredo Zitarrosa.
En sus primeros discos, aún en La Joven Guardia, hay menciones a Dios o literalmente religiosas, pero mucho más a la revolución. Especialmente en sus primeros discos de solista en la Argentina. Por ejemplo, en Octubre hace relaciones entre el Salvador que va a venir y que nos guiará (¿a la revolución? "...a los cambios") y su madre, que es América. Hay teología, pero de la liberación. La referencia a octubre es simbólica, rojiza. En canciones como Balada para Luis o Camilo y Ernesto, lo que prima es la revolución. "Revolución con Dios; sueño del trabajador", dice en Revolución mi amor (Octubre). En "Dame el Sol": "trabajador, tu angustia es mi capital", chilla. En Primavera para un Valle de Lágrimas hay una canción espléndida, que suena así: Voy a comenzar a quererme más. Voy a servir a la Verdad. Voy a comenzar a confiar en mí una vez más, solo una vez más, para confiar en tí. Voy a comenzar a quererte más; hermano, ven, vamos hacia allá.  La lucha empieza en nosotros mismos. La victoria es recibir y poder dar. La victoria es tiempo, nuevo tiempo, eterno de felicidad".
En esta clase de músicos, el elemento nacional está siempre presente en alguna zamba, en un charango, una quena, en alguna mención campestre, en San Esteban o en bellezas como Dos Razones (1973).
Lo que se desprende de sus primeros discos, especialmente en los de La Joven Guardia, es la cuestión naturalista, hippie, de pelos largos y libertad, aunque con pocas o casi nulas referencias al amor libre; cuando aparece luce ocasional, no filosófico.
Su etapa solista en la Argentina culmina con Amén (1976), en el que ya empieza a abandonar la cuestión política. Paradójicamente, su voz fue censurada y el disco no vio la luz.
Una vez que se fue, se volvió un cultor de la canción romántica y es raro que se encuentren en su obra otra cosa que menciones religiosas o filosóficas culturalmente cristianas, pero sin un sentido profundo.
Roque Narvaja no vuelve como el resto de los rockeros argentinos que emigraron durante el gobierno militar en 1982, con ocasión de la breve recuperación de las Malvinas y la reivindicación de la música nacional. De esa época es su maravilloso Amante de Cartón. Aunque arroja poco material para este análisis.
En 1987 reivindica que era "Nacido en el Tercer Mundo" y recuerda que sus padres, "que creían en Jesús, me encomendaron al pie de la cruz", en una suerte de autobiografía cantada. Ahí le canta a "La Verdad: sin ella es imposible la libertad". En este disco evoca a la muerte. Dice que a sus amigos que se llevó, resucitarán.
Recién en 2003 se vuelve a leer una letra tan fuerte como las primeras. Como en "Profecía 3", de La Joven Guardia, hace una correcta distinción entre lo que el mundo valora y lo que se debe valorar. En "Quiero ser un Perdedor" dice:

En un mundo que provoca
la miseria y el dolor 
en los débiles del mundo 
por la fuerza o el control. 
En un mundo que prefiere 
al desalmado ganador 
sobre el bien y la justicia,
la verdad y la mentira,
Yo quiero ser un perdedor  
De pequeño me enseñaron 
que en la vida hay que llegar 
con esfuerzo y sacrificio, 
con paciencia y voluntad. 
El trabajo era un derecho, 
el descanso era la paz, 
compartir era sagrado, 
robar era pecado, 
Yo quiero ser un perdedor. 
En este mundo, 
yo quiero ser un perdedor 
Cuéntame una historia de valor 
donde el vencedor sea el mejor. 
No me invites a un festín 
de vanidades, que no voy. 
Quiero estar con mis hermanos: 
los sencillos y los llanos. 
Yo también quiero ser un perdedor. 
Hubo un tiempo en que tuve 
todo lo que hay que comprar. 
Me sentía poderoso 
engañando a los demás. 
La verdad por dolorosa 
la tenía que ocultar. 
Me sabía tan pequeño 
y mi amigo era el miedo. 
En un mundo que utiliza 
dos idiomas para hablar:
el que lleva en su conciencia, 
el que quiere escuchar,
yo quiero ser un perdedor. 
Por el amor de Dios 
Yo quiero ser un perdedor.+

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