Teología del Pueblo
Hay aspectos interesantes en esta entrevista de Patricio Downes a Victor Fernandez, en Clarín de hoy.
Me gusta lo que dice de Bergoglio en Aparecida: creaba ambiente, generaba confianza y tejía consensos, y el concepto doctrinario cuasi peronista de una teología que se sitúa entre el marxismo y el liberalismo.
Me gusta lo que dice de Bergoglio en Aparecida: creaba ambiente, generaba confianza y tejía consensos, y el concepto doctrinario cuasi peronista de una teología que se sitúa entre el marxismo y el liberalismo.
“Hay sectores de la Iglesia que se sienten amenazados por el papa Francisco”
POR PATRICIO DOWNES
Este obispo es uno de los teólogos mayores de América latina y conoce como pocos el pensamiento y el carácter de Jorge Bergoglio. Aquí, una mirada cálida y rigurosa del Papa.
27/10/13
El arzobispo y rector de la UCA porteña, Víctor “Tucho” Fernández, es uno de los teólogos preferidos del papa Francisco y pieza clave del entonces cardenal Jorge Bergoglio para la redacción final del documento de Aparecida, en 2007. Es todo un referente de la “teología popular” que elaboraron los teólogos argentinos Lucio Gera, Juan Carlos Scanone y Rafael “El Viejo” Tello. En esta entrevista exclusiva explica en qué se distingue esta línea eclesial del liberalismo y de la “teología de la liberación” a la que se atribuyó una impronta marxista.
¿Cuál es su historia personal con la fe?
Mi fe tiene que ver con eso que es invisible a los ojos y escapa a la lógica del interés o del consumo. Tiene que ver con un sueño de amor y libertad que yo encuentro en un rostro humano: Jesús.
¿Quiénes inspiraron más su vida sacerdotal?
El sacerdocio permite unir una intensa búsqueda de Dios con una gran dedicación a los demás. Los sacerdotes que a mí me sorprendieron fueron aquellos que supieron conectar estas dos cosas de manera admirable. Pero los testimonios más bellos que recibí fueron de laicos, sobre todo de algunas mujeres con una generosidad y una fe poco comunes.
¿Cómo fue trabajar con el cardenal Bergoglio en Aparecida?
Era un espectáculo verlo moverse en Aparecida, percibir su capacidad para tejer consensos, para crear ambiente, para provocar confianza. Para mí, que soy ansioso, se destacan su paciencia y su capacidad para esperar los momentos adecuados. Allí se muestra su convicción de que, más que procurar resultados inmediatos, hay que generar procesos. Con respecto al documento de Aparecida, no le preocupaba mucho que tuviera una redacción impecable, sino que fuera una síntesis de espiritualidad y compromiso social y misionero. Un tema que le inquietaba era el de la religiosidad popular, porque le preocupaba que la Iglesia no valorara suficientemente la fe y los valores de los pobres.
¿Qué significa la teología del pueblo? ¿Por qué dice que Francisco tiene un “brillo en los ojos” cuando usa la palabra pueblo?
La teología del pueblo se distingue tanto de los análisis marxistas como de las miradas liberales. Por eso no les cae bien a ninguna de esas dos perspectivas. Implica considerar a los pobres no como meros objetos de una liberación o de una educación, sino como sujetos capaces de pensar con sus propias categorías, capaces de vivir legítimamente la fe a su manera, capaces de generar caminos desde su propia cultura popular. La expresión “pueblo” se distingue de la expresión “masa”, porque supone un sujeto colectivo capaz de generar procesos históricos. Uno puede aportarle algo, pero siempre respetando su identidad y su estilo.
¿Aparecida es una pieza clave en el Papado de Francisco?
Seguramente. Por dos razones. Porque el documento tiene muchas cosas de él, pero también porque él se dejó interpelar por inquietudes que plantearon otros obispos en Aparecida y que él asumió como propias.
Una pintada sobre una pared, en Italia, saludaba y vivaba al “Papa del Concilio Vaticano II”. Si es así ¿en qué aspecto lo nota más?
El Concilio procuró impulsar una salida de la Iglesia hacia el mundo, sin perder su identidad pero sí procurando cercanía, diálogo y caminos fecundos de encuentro con todos. ¿Alguien más que este Papa ha insistido, con palabras y gestos, en que la Iglesia debe salir de sí y evitar toda autorreferencialidad?
En esa línea conciliar, ¿avanza el pontífice Bergoglio hacia una mayor colegialidad?
El acento en la colegialidad es otro aspecto típico del Concilio Vaticano II. Desde mi punto de vista, esto no se expresa tanto en una comisión consultiva de 8 cardenales, sino en un proceso de necesaria descentralización. Sobre los organismos de la Curia romana acaba de decir que “corren peligro de convertirse en organismos de censura” y que “quien debe estudiar los casos son las conferencias episcopales locales”. Esto tiene grandes consecuencias. Dijo que el Sínodo de los obispos debe ser revisado para que sea realmente participativo y días después reemplazó a la persona que estaba a cargo de ese asunto. Avanza sin prisa pero sin pausa.
¿Cuáles son las novedades que se esperan de Bergoglio como Papa?
Tiene los valores de un auténtico líder, que el mundo estaba necesitando. Eso permite que la mayoría lo escuche y lo comprenda también cuando habla de temas que contradicen las tendencias culturales actuales.
¿Por qué irrita a algunos esta teología del pueblo o que el Espíritu Santo actúa en el pueblo?
Hay sectores de la sociedad y de la Iglesia con una fuerte conciencia de clase. Sienten pertenecer a un sector de personas especiales, bien formadas, iluminadas, poseedoras de la verdad sobre todo. Repiten constantemente una serie de slogans con esquemas mentales intocables, y sólo por eso creen ser los maestros de una masa inculta y descerebrada, que sólo debería aplicar lo que ellos indiquen desde su cátedra elevada. Para este tipo de gente, sean de derecha o de izquierda, es imposible pensar que los pobres tengan algún tipo de sabiduría, alguna verdad, alguna capacidad para opinar, algo que aportar.
Usted mencionó aspectos del Papa como su “constante y sentida valoración de la piedad popular”, la “opción por los pobres”, un cambio de lenguaje y una opción más misionera. ¿Irá la Iglesia en ese rumbo?
No lo sé. Las dificultades para asumir estos desafíos no son sólo intelectuales. Tienen que ver sobre todo con los hábitos posmodernos. Todos estamos preocupados por nuestros espacios de tiempo libre, distensión, seguridad personal, y tanto la cercanía con los pobres como un dinamismo misionero exigen un esfuerzo generoso que no muchos estarán dispuestos a asumir.
¿Habrá un relanzamiento del Concilio Vaticano II en esta nueva época de la Iglesia? ¿Hubo una puja interna en la Iglesia que lo frenó por medio siglo?
En los últimos años hubo sectores que pusieron un fuerte acento en la seguridad doctrinal, en el honor de la Iglesia y en su autopreservación, que se sentían representados por algunas autoridades eclesiales. A decir verdad, los sectores que tenían un proyecto algo diferente, como el Cardenal Bergoglio y tantos otros, fueron muy respetuosos de esas opciones o al menos las acompañaron silenciosamente. Ahora advierto que hay sectores de la Iglesia que se sienten amenazados por el discurso y el estilo de Francisco, y parece que de golpe han perdido todo su afecto hacia la figura del Papa. Otros sectores “conservadores”, en cambio, son más coherentes, y aunque se sientan contrariados en sus propias inclinaciones, mantienen una mirada sobrenatural y acogen las propuestas del Papa Francisco.
¿Qué diría sobre esas palabras clave en el mensaje del Papa, como “descartables, hagan lío, periferias existenciales y dejate misericordiar”?
Este Papa usa un lenguaje sencillo y además inventa frases y acuña neologismos que no parecen propios de la pureza de la lengua. Nada de eso debería interpretarse como una pobreza de contenido o como ausencia de reflexión. Cualquiera que lo haya conocido de cerca sabe que siempre fue un hombre culto, de hondo pensamiento, con una mirada larga que penetra profundo y crece en amplitud de miras. Pero al mismo tiempo tiene la capacidad de condensar en una frase, en un gesto, en una palabra, algo que otros sólo podrían expresar en un larguísimo discurso. Eso es propio de los sabios.
¿Cuando lo llaman “progresista” implica un ataque que usarán los más conservadores, dentro y fuera de la Iglesia?
No creo que la palabra “progresista” sea la más adecuada para interpretarlo. En general los grandes son difíciles de clasificar, porque trascienden los esquemas que los demás usamos para entender la realidad. Este Papa es un hombre que siempre alentó con audacia las novedades, los cambios, los nuevos rumbos, pero nunca desde la nada, jamás desde el vacío. Al contrario, sabe ver que la historia es un humus, un rico abono lleno de vitalidad que hay que seguir explotando. El puro progresismo corre el riesgo de quedarse sin raíces y secarse. Otra cosa es cambiar y crecer haciendo florecer las mejores novedades a partir de lo que uno ha recibido de otros que lo han precedido y de una larga historia. Ese es el estilo de este Papa.
¿Qué se puede decir sobre las recientes declaraciones del Papa a una revista de los jesuitas?
Por una parte, en esa entrevista él no cambió la doctrina de la Iglesia, porque en realidad sigue hablando en contra del aborto y a favor del matrimonio varón-mujer. Pero tampoco hay que quitarle fuerza a lo que dijo, porque nos pidió que no cansemos a la gente hablando siempre de esos temas, y que recuperemos un equilibrio que tenga más perfume a Evangelio. Sobre el lugar de la mujer en la Iglesia todavía no lanzó propuestas, pero dijo textualmente que hay que reflexionar con profundidad “sobre el puesto específico de la mujer incluso allí donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia”. Puso el dedo en la llaga, porque se refirió al poder, al ejercicio de la autoridad por parte de la mujer.
¿Qué sacerdotes, religiosos, laicos se espera para esta nueva etapa de la Iglesia? ¿Quiere decir que cada vez se podrá “balconear” menos, como dice Francisco?
Este Papa es un enamorado de todo lo que sea artesanal, del cuerpo a cuerpo, del entramado que se va creando lenta y laboriosamente. Nunca le gustaron las reuniones y congresos donde se habla largamente acerca de lo que habría que hacer, y menos sobre lo que los otros tendrían que hacer. Por eso en Buenos Aires le molestaban las parroquias que desplegaban grandes organigramas, pero donde no se atendía a la gente o no se salía a las calles y a los hogares de los vecinos. Tampoco le atraen los que discuten interminablemente sin dar lugar al nacimiento de nuevos consensos para mirar hacia adelante. Los que balconean y no trabajan son para él los peores enemigos de un buen proyecto y del mejor de los sueños. Su propio ejemplo nos indica otro camino.
Copyright Clarín, 2013.
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