Preparando la Navidad

Navidad a la Franciscana, por Jorge Eduardo Lozano (perfil.com)

El pesebre es una imagen que nos muestra de manera bella y sencilla una enseñanza muy importante de nuestra fe. 
Esta será la primera Nochebuena y Navidad con el Papa Francisco como Obispo de Roma. Un detalle que conviene no perder de vista es que el gran promotor de los pesebres fue San Francisco de Asís.
Nuestro Papa habla insistentemente de la cercanía de Dios, que se pone al alcance de la mano y comparte la vida de su pueblo. Mucho ha predicado Francisco acerca de la necesidad de una Iglesia en la calle y cercana a la gente. Una expresión gráfica y elocuente es pedir a los obispos y sacerdotes que seamos “pastores con olor a oveja”. El pesebre nos muestra a un niño Dios con olor a oveja, cabra, vaca... y también con olor a mamá, papá, pastores...
Dios se hace niño y desde el pobre pesebre alza las manitos para que le hagamos upa y lo tratemos con cariño. Acaso la predicada “revolución de la ternura” arrancó en Belén en una noche tan buena que suscitó alegría y sorpresa entre los postergados y olvidados.
Jesús nace en las periferias de una pequeña ciudad que casi ni cuenta para el Imperio Romano. Hoy sigue estando en las periferias geográficas y existenciales del mundo. Anda entre los marginados y excluidos. Anda por nuestro corazón solidario que también conoce de egoísmos y violencia.
El Papa Francisco pide a los ciudadanos del mundo que caminemos hacia las periferias existenciales, que vayamos al encuentro de aquellos invisibles, descartables. Para eso es necesario desprendernos de lógicas consumistas y de cruel indiferencia ante la alteridad que constituyen tanto los más pobres como los más solos. En este sentido y con coherencia, el limosnero del Papa se está ocupando de entregar a los 2.000 pobres detectados en las cercanías del Vaticano recargas telefónicas para celulares y tickets para colectivos y el subterráneo. Qué hermosa manera de provocar encuentro entre los que están alejados: la comunicación como caricia para esas almas lastimadas.
Si queremos “pescar” el sentido de la Navidad tenemos que acercarnos a esos pesebres humanos en los que vuelve a nacer el hijo de Dios. Por eso, te deseo una Navidad con olor a pesebre, a bebé, a niño Jesús. Que al mirar las figuras de yeso, madera o cartón, nos animemos a recorrer el camino que “achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”. (EG 24)
La humildad del pesebre se nos presenta como un microcosmos de amor que nos invita desde “la belleza de la humildad, de la mansedumbre, de la sencillez, (...) Dejá que Jesús te convoque desde esa carencia tuya, (...) desde ese egoísmo tuyo (...) Dejate acariciar por Dios.” (Cardenal Bergoglio, Nochebuena del 2011.)
El Evangelio de San Lucas nos cuenta que Jesús comienza su predicación presentándose como enviado por el Padre para anunciar buenas noticias a los pobres y sanar los corazones afligidos.
El Papa está provocando un cambio profundo en nuestras vidas. Nos llama a vivir la fe sin licuarla en superficialidades que escondan su belleza.
A San Francisco le llamaban “el loco de Asís” por su amor a Jesús y a los pobres. Un refrán español dice que “de santo, de poeta y de loco, todos tenemos un poco”. Y así es. El “loco de Roma” está bien cuerdo y nos lleva a la alegría del Evangelio que es Buena Noticia.
“Obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina.

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