domingo, 8 de julio de 2007

El Laberinto del fauno

El recuerdo odioso de ciertos hechos del pasado reciente no es patrimonio argentino, exclusivamente. La producción española que lleva este título se regodea en un episodio violento de los últimos días de la Guerra Civil en ese país o, más bien, de los primeros días del franquismo, cuando aún quedaba algo de resistencia en sectores rurales.
El régimen está personalizado en un capitán de mediana edad, que comanda una unidad de avanzada. Impecablemente peinado, prolijísimo, bien aseado; como si todo eso estuviera mal, ya que su rostro, siempre enjuto, no nos dedicó ni una sola sonrisa.
Sus compañías de ocasión, obviamente, son curas, otros militares y señoras bien vestidas.
Su núcleo íntimo está compuesto principalmente por una ama de llaves y un médico. Ambos muy buena gente, comprometidos con los que sufren y sensiblemente amables. No podían ser otra cosa que republicanos infiltrados, que lo traicionarán.
Su mujer está totalmente sometida. Da la impresión de que ella, que es viuda y tiene una hija de un primer matrimonio, tuvo con él una relación incestuosa que terminó en la eliminación del competidor más débil, a la sazón sastre del ejército. El la maltrata duramente. Solamente quiere un hijo de ella. El papel de esta madre es denigrante, y el de la institución matrimonial es peor.
El ama de llaves en cambio parece tener más vocación maternal con la hija de ésta, a pesar de no tener descendencia aún. Muestra una dedicación para con la protagonista que nos conmueve. La niña vive una fantasía que la ayuda a pasar sus días, pero al mismo tiempo la condena al heroísmo.
Sin embargo, es curioso que esta película contenga valores trascendentes, ya que según entiendo los republicanos carecían de ellos. La pequeña tiene la permanente asistencia de un fauno, unas hadas y una mandrágora, que bien pueden cumplir roles de ángeles, arcángeles, serafines y querubines.
Estos "seres mágicos" actúan en nombre de un Rey, que es el padre en última instancia de la chica. Si, algo así como la primer persona de la Trinidad.
Este monarca, cuyo Reino está asociado de alguna forma a este mundo, es quien la recibe en su morada eterna al morir. Así es, el cielo de los agnósticos.
Es llamativo lo que le cuesta a algunos no creer en Dios.-

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