Un Dios Salvaje
Hace unos días llegamos a ver esta obra de Yasmina Reza, cuyo extraño título encabeza este posteo, merced a una generosa invitación del Citi extendida por mi colega Alejandro Cerviño.
Más allá del excelente trabajo actoral, de una adecuada la puesta en escena y de la magnífica sala del Paseo La Plaza, quiero detenerme a analizar el mensaje trascendente.
La trama se estructura a partir de que un chico de once años le pega con un palo en la cara a un compañerito, sacándole un par de dientes. Los padres se reúnen educadamente para arreglar las cosas, pero suceptibilidades, culpas, cinismo y un inicialmente oculto afán de venganza se impone sobre las formas originalmente tan civilizadas.
"No creo que el ser humano sea pacífico", explica la autora en el Programa. "Pienso que no evolucionó desde la Edad de Piedra y que el barniz social que nos protege del salvajismo es inquietantemente suave y siempre a punto de estallar".
No hay otra referencia a Dios que la referida por Reza (justo ella, con ese apellido), por lo que no queda otra alternativa que entender la teología de la obra como la de un Creador que no interviene luego del acto inicial de creación y que el hombre hace lo que está al acance de sus posibilidades humanas sin consideración de la Divina Providencia.
Lo que se ve en la imagen, que es la tapa del programa, refleja los momentos finales de la obra. Una sociedad sin la intervención de Dios es, parafaseando alguna definición de Reza, es un mundo de tensiones; yo agregaría, de pasiones desordenadas y violentas, que atentan contra el propio hombre. Una vida desagradable y fatal.+
Comentarios