domingo, 22 de mayo de 2011

La mancha

Saco italiano, de verano















Este saco es único.
Combina con un pantalón,
que también es muy particular.
Hay días que gritan su nombre en el ropero.
La última vez que quise usarlo
la que aulló fue mi mujer.
"¡Una mancha!", 
dijo con la cara erizada.
Lo dejé colgado. 
Pero me arrepentí.
Ese galardón, 
al que seguramente accedí
en alguna voraz bacanal,
merecía distinguir mi solapa,
como una condecoración,
de glotón,
de angurriento,
de ansioso,
de apurado.
No es una cuestión de orgullo
o de suficiencia.
Tal vez de miseericordia,
de nuestra imperfección
de sabernos caídos 
y redimidos.+

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