Haciendo valijas
Editorial del diario La Nación
Detrás de una bikini
La exhibición de mujeres y niñas como meros objetos sexuales representa un contrasentido en la lucha contra la trata de personas y los femicidios
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Hace bastante tiempo que parece haberse perdido el respeto por el cuerpo de la mujer. Y esto, muchas veces, tiene que ver con la actitud de muchas mujeres que desdeñan, con sus comportamientos, valores vinculados con el respeto y el decoro.
Muchas de las mujeres que frecuentan canales de televisión, revistas o cuya imagen exponen en publicidades en la vía pública han asumido y aceptado que lo más interesante, cuando no lo único que tienen para ofrecer, lamentablemente, es su anatomía. Preocupantes son también las preferencias de un público que se conforma con poco, a falta de propuestas de entretenimiento edificantes y atractivas. En la TV, la ausencia de creatividad parece haber echado raíces cuando la pantalla se inunda con repeticiones hasta el hartazgo de las escenas más osadas y vulgares de algún programa popular.
Estamos en la antesala de una nueva temporada estival. Atrás quedaron los días en que las revistas de pornografía buscaban preservar a los menores del contenido de sus tapas. Hoy todo se exhibe de manera escandalosa, mucho más en esta época.
El verano pasado, una resolución del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) a la que se sumaron organismos provinciales de protección de los derechos de la niñez y de las mujeres, junto con numerosas organizaciones de la sociedad civil, obligó a suspender uno de los muchos concursos de los llamados "bikini open", al considerar que exponía al cuerpo femenino "como objeto consumible", fomentaba "una sexualidad masculina basada en la dominación" y contribuía a que "se perpetúe la violencia contra las mujeres".
En varias oportunidades hemos abordado el tema de la violencia de género a partir de los lamentables asesinatos de 282 mujeres acaecidos sólo el año pasado y de los 119 femicidios registrados durante el primer semestre de 2012. El Estado argentino ha recibido duras advertencias de organismos internacionales de derechos humanos por la ausencia de políticas de género que reviertan estos preocupantes índices. La utilización de mujeres y niñas como meros objetos sexuales que se exhiben disfrazados de entretenimiento implica otra peligrosa denigración cuyas consecuencias nuestra sociedad sufre y que lejos están de las actitudes superficialmente moralistas y pacatas que muchos puedan entrever.
Podemos aligerarnos de ropa, pero no de valores. Hay que encarar una reflexión profunda y generar ámbitos de debate sobre el papel de la familia, de los medios de comunicación, del Estado, de las instituciones educativas y, en definitiva, de cada uno de los miembros de la sociedad. Debemos trabajar para motorizar un profundo cambio cultural. De otra manera, se estará contribuyendo a que la violencia de género y otras lacras como la trata de personas y la prostitución, que tanto cuestionamos, continúen escondiéndose tras coloridos envoltorios que, seguramente, muchos encuentren sumamente atractivos, pero que sólo promueven solapadamente lo que decimos querer erradicar.
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