Salirse del Tontódromo
Transcribimos una maravillosa entrevista a Raúl Porchetto, un artista al que me debemos una entrada a nuestra saga de Teología Rockera. Sus composiciones, su trayectoria artística y su coherencia personal, lo merecen.
“Busco salir de cierto tontódromo”
Para el músico, al entorno de las Altas Cumbres cordobesas, donde suele refugiarse entre sus actividades en Buenos Aires, es una conexión vital necesaria para la usina de canciones: “Yo creo que lo mío pasa por una búsqueda de lo trascendente”, explica.
Por Cristian Vitale
Motivado por una constante en su vida, la de hacer música, Raúl Porchetto se expresará esta noche –a las 21, puntualmente– en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza (Corrientes 1660). No estará solo, lo acompañarán amigos, y de los buenos. León Gieco, por caso, que ensamblará voces con su viejo cumpa folk para revivir “Che Pibe” (curiosamente reactualizado por el voto a los 16), o Ricardo Soulé, para ir más lejos en el tiempo aún: puntualmente a la “Canción Primera” de Cristo Rock, el disco con que Porchetto empezó su largo camino allá por 1972. “El repertorio va a estar conformado por diferentes etapas de mi carrera... digamos que será una pincelada de mi obra desde el comienzo hasta el presente”, introduce el cantautor a Página/12. Una pincelada que, claro, tratándose de quien se trata, implica casi veinte discos en cuarenta años.
–¿Tiene planeado algún disco nuevo?
–Yo siempre estoy componiendo, porque mi lenguaje es la música. Pero pensar en un disco hoy es tormentoso. Son tantas las dificultades, ¿no?, es como estar comenzando todo el tiempo. La verdad es que no hay espacios de difusión y, en este sentido, sacar un álbum y que la gente no se entere es algo realmente frustrante.
Además de los invitados de luxe, el cantautor nacido en Mercedes, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 1949, estará sustentado en su banda actual: Daniel Porchetto, su hijo, en teclados y voz; Fernando Scarella en batería; Javier Torrecillas en guitarras y Mariano Hospital en bajo. “La verdad es que estoy con la misma ilusión y ansiedad de tocar esta noche en Buenos Aires como lo estaba cuarenta años atrás, cuando empecé. Yo pertenezco a una trova llamada rock argentino, unos tipos que fuimos traidores a la clase media y que nos instalamos desde el arte popular con un montón de ideales y sueños. Y como desde el primer álbum, hasta ahora esos ideales y sueños están intactos, por eso la mochila está liviana”, sostiene Porchetto.
–Aunque con el lógico devenir cambiante del tiempo, ¿cambiaron los tiempos más que usted o usted más que los tiempos?
–Si los tiempos son la moda, lo que conviene y el mercado, ni yo ni los tiempos hemos cambiado, cada uno hace su juego; uno trata de devorarte y otro de renacer desde lo sensible a cada instante. Es eso, creo yo. Recorro todo el país y siento el reconocimiento de la gente en todo momento. La verdad es que ser exitoso y mediático a tiempo completo puede llegar a ser como un mal karma. Ni ahora ni antes, nunca me desveló eso, y debe ser por eso que es algo que no extraño. Lo único que persigo es tener espacios para expresarme como artista, y esto es lo que no es tan fácil de pilotear... cuesta conseguir espacios, y más cuando te manejás de manera independiente. Es como pagar el precio de la libertad, en un punto.
–Hay trabajos suyos, puntualmente Cristo Rock, Madre de Dios o Chico Cósmico, en algún sentido, en los que está presente una preocupación por lo espiritual, lo religioso, que es una de las marcas que impregna su trayecto. ¿Cómo explica ese Porchetto espiritual o místico, hoy?
–Si explicarlo es desde lo lógico aristotélico-tomista, no tengo explicación, no. Yo creo que lo mío pasa más bien por una búsqueda de lo trascendente. Para mí la vida no es participar en un tontódromo, sino hacerme digno a cada instante de ella, y desde allí lanzo mi mirada.
–¿Le hace algún ruido tener un papa argentino?
–Ruido, más bien, me hace lo que hicieron en el Hospital Borda los otros días, y también me da cierto miedo. Lo del Papa me da sonidos. Algunos gestos me ilusionan sinceramente, no porque sea argentino, sino porque lo veo con la intención de cambiar profundamente algunas cosas que se habían ido al diablo.
–Pensando en Reina Madre, aquel disco que marcó una época especial mediando los ’80, ¿qué le vino a la cabeza o al corazón cuando se enteró de la muerte de Margaret Thatcher?
–Nada, absolutamente nada. Pensar en Reina Madre es pensar en lo absurdo de una guerra, en el manotazo de ahogado de una dictadura y en lo importante que es tener hoy una política de Estado clara y pacífica ante un posicionamiento imperialista que trasciende las islas Malvinas, porque van por el Atlántico Sur y su importancia geopolítica en las próximas décadas.
–Charly García ha sido un músico muy cercano a su órbita musical, no sólo que usted “lo descubrió” y se lo llevó a tocar teclados a Cristo Rock, sino que luego siguió la relación y terminaron siendo parte de un proyecto breve, pero intenso: PorSuiGieco. ¿Cómo es el Charly de hoy, según Porchetto?
–Un tipo que sigue lleno de notas. Un pentagrama viviente... la verdad es que lo quiero como desde el primer día. Recuerdo que lo conocí tocando el piano en el fondo de un barcito, me voló la cabeza y lo invité a tocar el teclado en Cristo Rock. Por eso, para mí no es el Charly de la gente, sino algo así como Jorge, un amigo del barrio. De esos amigos a quienes la vida nos dio la posibilidad de desarrollar nuestras cosas y decirlas y sobrevivir a un tiempo muy particular porque no estuvimos distraídos. Así veo a León, también.
–¿Se habló alguna vez de reunir a PorSuiGieco? Es como una deuda...
–PorSuiGieco se reúne bastante seguido a ver películas, escuchar música y hablar de la vida. Es una cofradía de amigos. Ahora de lo otro sólo Dios sabe, o a lo mejor Francesco sabe algo, no sé (risas). Por el momento, de esas reuniones cofrádicas salió la idea de hacer juntos con Nito Mestre y la verdad es que nos fue bien. Hicimos varios recitales y, por supuesto que cada uno respetando la estética y las miradas del otro, logró algo interesante en la reunión. La verdad es que, después de la época de PorSuiGieco, nunca había tocado con Nito.
–Qué disco aquél...
–¡Y pensar que grabarlo fue una casualidad! Se tocó sólo tres veces y se podría no haber dado, incluso. León me decía que es uno de los discos más vendidos del rock argentino, es como una joyita en nuestras vidas, porque me remite a los días en que nos encontrábamos con Charly en Donato Alvarez para tomar el 44 e ir a Barrancas de Belgrano para grabar. Nos costaba mucho que nos hicieran un espacio, ¿no? En mi caso, pasaron como diez años para que se difundieran mis discos.
–¿Sigue bailando en las veredas?
–La verdad es que no bailo en las veredas, porque siempre fui caótico bailando (risas)... lo que hago, sí, es cantar a veces con amigos en las veredas de algún pueblito de Córdoba.
–En Altas Cumbres, ¿no?
–Tal cual, a 50 kilómetros de Alta Gracia, rodeado de montañas y donde Internet brilla por su ausencia. Bajo a Buenos Aires, bueno, sólo de vez en cuando, porque se sabe que aquí está el trabajo, pero la mayoría del tiempo lo paso allá, rodeado de montañas, animales, árboles, silencios, naturaleza. La verdad es que un lugar que me inspira para componer canciones y, de hecho, muchas perteneciente a mis últimos discos han nacido allí. Pero además, soy un tipo que tiene la tradición de los antiguos habitantes de esta tierra: pido permiso para entrar a un bosque, para andar por las montañas, y eso me permite dar los saltos cuánticos, salir de ese tontódromo al que me refería antes.
–Retomando los vaivenes de su discografía, hay un trabajo que precede a Dragones y planetas, del que se sabe muy poco: Yo soy. ¿Por qué? ¿De qué va esa obra, de 2007?
–En términos editoriales habla de mi trabajo independiente, ¿no? Hace mucho que no estoy en una multinacional o en un sello grande, y entonces la difusión cuesta el doble. Yo soy es una obra diferente, integral, que liga a la música con la danza y las proyecciones, en la que, además de mi música habitual, hago otras cosas.
–¿Por ejemplo?
–Un tango nuevo al que, precisamente, le puse “Tango Nuevo”. A mí siempre me gustó jugar con otros géneros, por más que lo central sea el rock o la canción destinada a dar testimonio sobre lo social, lo místico o el amor. Yo trabajé con Pedro Aznar, hice fusión, hice jazz rock y también compuse folklore, ¿no?, como cuando escribí “Bajaste del norte”, ese tema que León Gieco terminó editando en ese gran disco de principios de los ’80 que fue Pensar en nada. Todo el tiempo estoy hurgando, investigando, ver qué de nuevo tengo para aportar.
“Busco salir de cierto tontódromo”
Para el músico, al entorno de las Altas Cumbres cordobesas, donde suele refugiarse entre sus actividades en Buenos Aires, es una conexión vital necesaria para la usina de canciones: “Yo creo que lo mío pasa por una búsqueda de lo trascendente”, explica.
Por Cristian Vitale
Motivado por una constante en su vida, la de hacer música, Raúl Porchetto se expresará esta noche –a las 21, puntualmente– en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza (Corrientes 1660). No estará solo, lo acompañarán amigos, y de los buenos. León Gieco, por caso, que ensamblará voces con su viejo cumpa folk para revivir “Che Pibe” (curiosamente reactualizado por el voto a los 16), o Ricardo Soulé, para ir más lejos en el tiempo aún: puntualmente a la “Canción Primera” de Cristo Rock, el disco con que Porchetto empezó su largo camino allá por 1972. “El repertorio va a estar conformado por diferentes etapas de mi carrera... digamos que será una pincelada de mi obra desde el comienzo hasta el presente”, introduce el cantautor a Página/12. Una pincelada que, claro, tratándose de quien se trata, implica casi veinte discos en cuarenta años.
–¿Tiene planeado algún disco nuevo?
–Yo siempre estoy componiendo, porque mi lenguaje es la música. Pero pensar en un disco hoy es tormentoso. Son tantas las dificultades, ¿no?, es como estar comenzando todo el tiempo. La verdad es que no hay espacios de difusión y, en este sentido, sacar un álbum y que la gente no se entere es algo realmente frustrante.
Además de los invitados de luxe, el cantautor nacido en Mercedes, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 1949, estará sustentado en su banda actual: Daniel Porchetto, su hijo, en teclados y voz; Fernando Scarella en batería; Javier Torrecillas en guitarras y Mariano Hospital en bajo. “La verdad es que estoy con la misma ilusión y ansiedad de tocar esta noche en Buenos Aires como lo estaba cuarenta años atrás, cuando empecé. Yo pertenezco a una trova llamada rock argentino, unos tipos que fuimos traidores a la clase media y que nos instalamos desde el arte popular con un montón de ideales y sueños. Y como desde el primer álbum, hasta ahora esos ideales y sueños están intactos, por eso la mochila está liviana”, sostiene Porchetto.
–Aunque con el lógico devenir cambiante del tiempo, ¿cambiaron los tiempos más que usted o usted más que los tiempos?
–Si los tiempos son la moda, lo que conviene y el mercado, ni yo ni los tiempos hemos cambiado, cada uno hace su juego; uno trata de devorarte y otro de renacer desde lo sensible a cada instante. Es eso, creo yo. Recorro todo el país y siento el reconocimiento de la gente en todo momento. La verdad es que ser exitoso y mediático a tiempo completo puede llegar a ser como un mal karma. Ni ahora ni antes, nunca me desveló eso, y debe ser por eso que es algo que no extraño. Lo único que persigo es tener espacios para expresarme como artista, y esto es lo que no es tan fácil de pilotear... cuesta conseguir espacios, y más cuando te manejás de manera independiente. Es como pagar el precio de la libertad, en un punto.
–Hay trabajos suyos, puntualmente Cristo Rock, Madre de Dios o Chico Cósmico, en algún sentido, en los que está presente una preocupación por lo espiritual, lo religioso, que es una de las marcas que impregna su trayecto. ¿Cómo explica ese Porchetto espiritual o místico, hoy?
–Si explicarlo es desde lo lógico aristotélico-tomista, no tengo explicación, no. Yo creo que lo mío pasa más bien por una búsqueda de lo trascendente. Para mí la vida no es participar en un tontódromo, sino hacerme digno a cada instante de ella, y desde allí lanzo mi mirada.
–¿Le hace algún ruido tener un papa argentino?
–Ruido, más bien, me hace lo que hicieron en el Hospital Borda los otros días, y también me da cierto miedo. Lo del Papa me da sonidos. Algunos gestos me ilusionan sinceramente, no porque sea argentino, sino porque lo veo con la intención de cambiar profundamente algunas cosas que se habían ido al diablo.
–Pensando en Reina Madre, aquel disco que marcó una época especial mediando los ’80, ¿qué le vino a la cabeza o al corazón cuando se enteró de la muerte de Margaret Thatcher?
–Nada, absolutamente nada. Pensar en Reina Madre es pensar en lo absurdo de una guerra, en el manotazo de ahogado de una dictadura y en lo importante que es tener hoy una política de Estado clara y pacífica ante un posicionamiento imperialista que trasciende las islas Malvinas, porque van por el Atlántico Sur y su importancia geopolítica en las próximas décadas.
–Charly García ha sido un músico muy cercano a su órbita musical, no sólo que usted “lo descubrió” y se lo llevó a tocar teclados a Cristo Rock, sino que luego siguió la relación y terminaron siendo parte de un proyecto breve, pero intenso: PorSuiGieco. ¿Cómo es el Charly de hoy, según Porchetto?
–Un tipo que sigue lleno de notas. Un pentagrama viviente... la verdad es que lo quiero como desde el primer día. Recuerdo que lo conocí tocando el piano en el fondo de un barcito, me voló la cabeza y lo invité a tocar el teclado en Cristo Rock. Por eso, para mí no es el Charly de la gente, sino algo así como Jorge, un amigo del barrio. De esos amigos a quienes la vida nos dio la posibilidad de desarrollar nuestras cosas y decirlas y sobrevivir a un tiempo muy particular porque no estuvimos distraídos. Así veo a León, también.
–¿Se habló alguna vez de reunir a PorSuiGieco? Es como una deuda...
–PorSuiGieco se reúne bastante seguido a ver películas, escuchar música y hablar de la vida. Es una cofradía de amigos. Ahora de lo otro sólo Dios sabe, o a lo mejor Francesco sabe algo, no sé (risas). Por el momento, de esas reuniones cofrádicas salió la idea de hacer juntos con Nito Mestre y la verdad es que nos fue bien. Hicimos varios recitales y, por supuesto que cada uno respetando la estética y las miradas del otro, logró algo interesante en la reunión. La verdad es que, después de la época de PorSuiGieco, nunca había tocado con Nito.
–Qué disco aquél...
–¡Y pensar que grabarlo fue una casualidad! Se tocó sólo tres veces y se podría no haber dado, incluso. León me decía que es uno de los discos más vendidos del rock argentino, es como una joyita en nuestras vidas, porque me remite a los días en que nos encontrábamos con Charly en Donato Alvarez para tomar el 44 e ir a Barrancas de Belgrano para grabar. Nos costaba mucho que nos hicieran un espacio, ¿no? En mi caso, pasaron como diez años para que se difundieran mis discos.
–¿Sigue bailando en las veredas?
–La verdad es que no bailo en las veredas, porque siempre fui caótico bailando (risas)... lo que hago, sí, es cantar a veces con amigos en las veredas de algún pueblito de Córdoba.
–En Altas Cumbres, ¿no?
–Tal cual, a 50 kilómetros de Alta Gracia, rodeado de montañas y donde Internet brilla por su ausencia. Bajo a Buenos Aires, bueno, sólo de vez en cuando, porque se sabe que aquí está el trabajo, pero la mayoría del tiempo lo paso allá, rodeado de montañas, animales, árboles, silencios, naturaleza. La verdad es que un lugar que me inspira para componer canciones y, de hecho, muchas perteneciente a mis últimos discos han nacido allí. Pero además, soy un tipo que tiene la tradición de los antiguos habitantes de esta tierra: pido permiso para entrar a un bosque, para andar por las montañas, y eso me permite dar los saltos cuánticos, salir de ese tontódromo al que me refería antes.
–Retomando los vaivenes de su discografía, hay un trabajo que precede a Dragones y planetas, del que se sabe muy poco: Yo soy. ¿Por qué? ¿De qué va esa obra, de 2007?
–En términos editoriales habla de mi trabajo independiente, ¿no? Hace mucho que no estoy en una multinacional o en un sello grande, y entonces la difusión cuesta el doble. Yo soy es una obra diferente, integral, que liga a la música con la danza y las proyecciones, en la que, además de mi música habitual, hago otras cosas.
–¿Por ejemplo?
–Un tango nuevo al que, precisamente, le puse “Tango Nuevo”. A mí siempre me gustó jugar con otros géneros, por más que lo central sea el rock o la canción destinada a dar testimonio sobre lo social, lo místico o el amor. Yo trabajé con Pedro Aznar, hice fusión, hice jazz rock y también compuse folklore, ¿no?, como cuando escribí “Bajaste del norte”, ese tema que León Gieco terminó editando en ese gran disco de principios de los ’80 que fue Pensar en nada. Todo el tiempo estoy hurgando, investigando, ver qué de nuevo tengo para aportar.
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