Hna. Marta, el libro

Martha era monja del Sagrado Corazón. Riquísima de chica, optó por la pobreza. Al morir, sólo tenía lo puesto, un delantal y una muda de repuesto.
Vivió muy cerca de los pobres, cuando la congregación decidió hacerlo como fruto del Concilio Vaticano II. Conoció a las monjas francesas, allá por los setenta, antes de su desaparición, porque compartió tareas de evangelización. Nunca buscó otra cosa que evangelizar como una manera amar al más necesitado; no había otro camino. Amar al Cristo, más pobre, al más necesitado.
"Esas monjas silenciosas y serviciales, son santas", me dijo alguna vez Bergoglio, quien promovió su causa.
Este último domingo se rezó una misa en su sufragio en la Basílica Nuestra Señora del Socorro, donde la bautizaron. Ella vivía a la vuelta, en la Quinta del Retiro, actual terreno de la Cancillería, Esmeralda 1212. Los Pereyra Yraola y los Anchorena, rosistas, tenían casas de uno y otro lado de la calle en la esquina Sur de Arenales y Esmeralda, dando marco a la Plaza San Martín. Ambas casonas son ahora propiedad del Mininsterio de RREE.
Por aquél entonces, Martha cabalgaba de su casa al río, por la barranca con sus hermanas. Parece que fuera hace siglos. Su abuelo fue fundador de la Sociedad Rural Argentina, del Jockey Club y un productor agropecuario de avanzada en materia genética y tecnológica. De él, Leonardo Pereyra, se dijo que era el hombre más rico de Argentina. El parque de la estancia de su padre, Santa Rosa, actual parque Pereyra Yraola, fue un parque de punta en materia forestal, con especies únicas y un diseño extraordinario, que valoró la Infanta cuando vino con motivo del Centenario de Mayo, en 1910.+

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