Lucas y esa gente rara


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.
Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos".
Lucas 6, 27-38

Esto que propone Lucas es raro. No es lo que normalmente estamos acostumbrados a ver ni a experimentar. Sin embargo vivimos en un tiempo histórico, en una época, en la que leemos este texto con normalidad, sin que nos interpele en lo más mínimo, pero reaccionamos duramente contra quienes viven radicalmente esta Fe.
Estamos mentalmente preparados para que un joven decida irse dos años con su reciente novia por Oceanía y el sudeste asiático, tan lejano a nuestras costumbres y sin plena comunicación a causa de falta de conexión o por el hecho de vivir en horarios invertidos, o que un joven entregue su vida a trabajar muchísimas horas en una multinacional en algún lugar del mundo, al punto de tener pocas noticias suyas, pero nos cuesta más aceptar que un chico ingrese en el seminario o, mucho menos, que ingrese en un convento.
La fe católica es radical, vomita a los tibios. Cuando los chicos abrazan esa Fe, los colma de felicidad y les marca la vida.
Claramente, alguien que abraza a Jesús no está domesticado y tal vez cuestione la normalidad de la vida que ofrece el mundo.
¿Estamos preparados para que un hijo nuestro sea católico?

11."Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les levanten toda clase de calumnias. 12. Alégrense y muéstrense contentos, porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así persiguieron a los profetas que vivieron antes de ustedes. 13. Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de ser sal, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente." Evangelio según San Mateo, 5, 11-13

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