Homilía a 20 años de la Pascua de la Hna. Martha


Misa por el 20° Aniversario de la Pascua de la Hna. Martha Pereyra Iraola

Domingo XXI durante el año

Josué 24,1-a 15-17.18h

Efesios 5,21-33

San Juan, 6,60-69

Mons. Santiago Olivera, Obispo Castrense de Argentina:

En primer lugar, quiero compartir con ustedes la alegría de celebrar esta Eucaristía en la que pedimos para Gloria de Dios la pronta Canonización de la hermana, y claro en el proceso primero pedimos la Beatificación.

En esta Misa que es acción de gracias por excelencia damos gracias a Dios por su nacimiento: nos relata la misma hermana Martha: “Nací en Buenos Aires, el 26 de agosto de 1913, (hoy a 105 años de aquel día) es muy lindo el relato que ella hace de su infancia, que seguro conocerán, hay gozos y dolores relatados con mirada de fe. Sabemos de sus raíces, padre y madre, ejemplares. La Revista Jesuita dijo de su madre: “En ella todo fue cristiano, de pura sabia evangélica (…)”, allí en esta escuela, la mejor, que es la familia, nació y vivió la hermana Martha que ayer se han cumplido los 20 años de su Pascua.

Celebramos la vida y recordamos su muerte, celebremos su Pascua y renovamos la certeza que fue para muchos “la ternura de Dios que nos visitó”.

En la primera lectura que hemos escuchado vimos como el pueblo repasa su propia experiencia y responden como Josué y a Josué: “nosotros también serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios”, en la pequeña biografía que me han enviado decía que los padre intentaron enseñarles a sus hijos a “Vivir para Dios y para los demás” y los santos son aquellos que adelantándose a los tiempos nos recuerdan siempre la verdad y novedad del Evangelio, siempre es actual. No como algunos quieren hacernos creer. El Evangelio es actual y es el camino que nos conduce al verdadero gozo. Que consoladoras y esperanzadoras son las palabras del entonces Cardenal Bergoglio: “La hermana Martha es un rayo de luz que pasó por la vida de esta Arquidiócesis predicando, con su solo vivir, la mansedumbre del mensaje evangélico” por eso que pedimos confiados y con insistencia por la pronta beatificación y canonización, porque los santo son faros y modelos que iluminan.

Y es de desear que, al mirar a ella, también cada uno de nosotros renovemos el deseo de que con solo vivir prediquemos el Evangelio.

Nosotros también como Josué serviremos al Señor, – contestó el pueblo – la hermana Martha lo enmarcó y supo que el servicio al Señor se hace real y creíble en el servicio a los hermanos, la vida de la hermana Martha se fue transformando en un generoso camino de entrega fiel al amor del Padre y al servicio abnegado y silencioso que la necesitaban.

Providencial también el Evangelio que la Iglesia nos propone como alimento en este Domingo. “¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el santo de Dios”. Pedro responde en nombre de todos, el Pueblo respondió también desde la experiencia de Dios. Nosotros también debemos escuchar esta pregunta del señor y responder con la generosidad y certeza que el señor tiene palabras de Vida. Que seguirlo a él no es un camino que ahoga o asfixia, sino que engrandece la vía y el corazón, que creer es el camino que nos hace felices de verdad.

Que el Evangelio vivido es carga ligera y no una piedra que aplasta. Que seguirlo a él en la Iglesia, por la fe, es un don y no una pesada herencia que nos limita o cercena. Esto esperan hoy de nosotros nuestros hermanos. El testimonio que necesitan ver los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Es duro este lenguaje le dicen algunos de los discípulos a Jesús, y sin embargo son palabras de vida, algunos de ellos se alejaron. ¿Y ustedes, pregunta el Señor, también quieren irse? Sabemos lo que respondieron algunos de los discípulos. Y nosotros ¿qué responderemos?

Los santos son los que no se fueron. Son los que por sus ejemplos de vida ayudaron a otros a seguir adelante en el seguimiento del Señor. Son los que a pesar de la dureza y exigencia que en muchos casos supone vivir y encarnar el Evangelio se mantuvieron de pie, firmes en la fe.

Por último, quisiera compartirles lo que dijo en el prólogo del libro: “Martha Pereyra Iraola, La Ternura de Dios entre nosotros”, de Fray Contardo Miglioranza, el Cardenal Bergoglio: “Muchas veces hablé con ella y, después de esas conversaciones, salí renovado y con deseos de seguir más de cerca al señor. A ella le debo mucho, pues su ejemplo me fortaleció para seguir adelante en el servicio del Señor”. Pidamos la intercesión de la sierva de Dios para que el Santo Padre, el Papa Francisco, siga con fortaleza la misión y el servicio que el Señor le ha confiado.

+Santiago Olivera
Obispo Castrense de Argentina

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