Patrona del agro argentino
El 27 de octubre de 1949 el Gobierno de la Nación Argentina otorgó a María Auxiliadora el título de “Patrona del Agro Argentino”, para que proteja los campos, los productos de la tierra, de la ganadería, de la fruticultura y la horticultura, y a las personas que día a día con su trabajo en el campo hacen un país digno para todos.
Pero ayer fue la primera vez que la ví desfilar en la Exposición Rural de Palermo, y se leyó esta lindísima oración:
Virgen Auxiliadora, Madre de Dios y Madre nuestra, a tus plantas nos llegamos, con la esperanza puesta en la bondad previsora de tu corazón de Madre de nuestra casa y de Patrona del agro argentino.
Tú, que nos diste a Quien es el pan de nuestras almas, protege las mieses que habrán de proveer el pan de nuestra mesa, los bosques que dan sombra al caminante, color al paisaje y calor al refugio de la casa paterna; bendice los frutos, alegría del gusto y las flores, regocijo de la vista en el recinto hogareño y haz que del mismo modo florezcan en nuestras almas las virtudes.
Prodigue tu protección prosperidad a los animales de labor que colaboran en las faenas del hombre y a los rebaños que habrán de procurarnos alimento, abrigo y defensa. Y que sepamos nosotros cumplir la voluntad de Dios con inteligencia, al par que ellos la cumplen con su instinto.
Aleja de nuestros campos las sequías; las heladas y granizos, de nuestras cosechas; las plagas, de nuestras plantaciones; de nuestros ganados, las pestes. Y libra nuestras almas de la aridez espiritual, de los peligros de las tentaciones y del mal terrible del pecado.
Alcánzanos con la lluvia oportuna para nuestras sementeras, la gracia divina para nuestras almas, de suerte que tengamos tesón y perseverancia en el trabajo, fortaleza en la tribulación, resignación en el sufrimiento, unidad de labor en la familia y paz en nuestro hogar.
Bendice ¡oh! María Auxiliadora, a los que rigen los destinos de la Patria para que de todos los rincones del suelo argentino se eleve un mismo himno de amor, de comprensión y de trabajo, en la unidad de un mismo sentir y de un mismo bregar, hasta el día en que se nos abran los campos dilatados de la Patria eterna, bajo el cayado de tu Hijo Divino.
Amén
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