Dos Papas en Blanco y Negro


La película que acaba de estrenar Netflix sobre Los Dos Papas merece un comentario en este blog, tanto por lo que venimos publicando sobre Jorge Bergoglio como por la importancia de que esa empresa le haya dedicado semejante despliegue publicitario.
En primer término debemos decir que la película en si misma es muy buena; los actores, los escenarios, la fotografía, el vestuario, la dirección, etcétera, valen la pena. El guión, en cambio, me molestó un poco. Como decía una amiga mía que es corresponsal de un importante diario argentino en Roma, cae en el cliché del Papa simpático y revolucionario y del otro, odioso y conservador, envueltos en una trama emotiva.
Más aún, al bueno de Bergoglio no tuve el placer de conocerlo en Buenos Aires. En cambio, traté con uno que se le parece físicamente bastante pero que pocas veces sonreía o que, dicho de otra manera, sólo sonreía en determinados contextos. No me cuento entre sus detractores, pero no me parece que sea tan amable y simpático como se lo pinta allí.
Tampoco creo que hayan ilustrado bien al buenazo de Benedicto XVI, un intelectual cultísimo de trato suave y amable según los que lo han conocido. Ciertamente carece de carisma y tuvo mala prensa, pero no lo imagino diciendo ni actuando como aparece en el film.
Lo que está muy bien es la historia de Bergoglio. No se la distorsiona ni se la justifica; simplemente se la narra objetivamente.
Doctrinariamente, me parece que lo exageran. Francisco es heterodoxo principalmente en el discurso -o ambiguo en su acción política- pero allí aparece como un obispo díscolo alemán.
Me alegra, no obstante, que Netflix le haya dedicado una película a un episodio tan importante de la historia contemporánea que tiene como protagonista a la Iglesia católica. Me quedo con eso.+

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