sábado, 11 de enero de 2020

El fenómeno de la música católica


A fines de 2019 el sociólogo Fortunato Mallimaci, marcó la importancia de la música cristiana entre las razones por las cuales las iglesias evangélicas retienen adeptos, en el marco de las conclusiones del Censo sobre creencias que realiza el Conicet.
Es evidente que hemos olvidado la importancia que tuvo la música en la historia de la Iglesia.
"Alaben al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa", canta el salmo 146,1, según se lee en el folleto que difundió el Ciclo de Música Sacra 2018 organizado por la Diócesis de San Isidro, en el que se podía leer la pluma del asesor Mons. Fernando Cavaller.
La liturgia es ceremonial puro y procura elevar a Dios una oración de alabanza, de adoración, de gozo, de petición o de agradecimiento, de la manera más bella. El hombre necesita expresarse y, como cualquier enamorado, busca los recursos más llamativos para atraer la mirada del objeto de su amor.
Originalmente los católicos adoptaron los salmos de sus hermanos mayores en la Fe. Luego aparecieron los cantos bizantino (en griego), en Oriente, y en Occidente, los gregorianos (en latín), principalmente en esas usinas de Fe y cultura como fueron los monasterios. Más tarde fue el momento de la música barroca, que dio a luz al Gloria, de Antonio Vivaldi; al Magnificat, de J. S. Bach, y al Aleluya, de G. F. Haendel, entre otras tantas gemas. En América, de la mano de los ibéricos surgieron las sonatas y los villancicos, y hubo una inculturación con el folklore local. La Reforma Protestante dio fuerza al antiguo formato de los himnos que, al tocar tierra norteamericana, se convertirían en gospels y, más tarde, en negro sprirituals.
Hacia fines de 1960 y principio de los 70, probablemente como una de tantas consecuencias del Concilio Vaticano II, la música cristiana tuvo un nuevo auge.
En la Argentina hemos visto algo muy interesante tanto en el género folklórico (la Misa Criolla es tal vez la más clara evidencia), que pareció reemplazar a la música sacra en la liturgia local, como en la canción popular. Un cura de familia tradicional, que luego adhirió al tercermundismo para finalmente abandonar los hábitos, Alejandro Mayol (31.08.1932 - 03.02.2011) tuvo un protagonismo inicial al publicar un disco dirigido a los niños, al que un ex seminarista, Piero de Benenedictis, le daría una mayor trascendencia: la Sinfonía Inconclusa de La Mar, que incluía el hit La Creación. Algunos laicos, como Raúl Porchetto o Miguel Cantilo, daban su pelea en la propia Iglesia con sus Opera Cristo Rock y Padre Francisco. El rock nacional tuvo una gran inspiración religiosa en sus comienzos. No olvidemos aquel disco legendario de Vox Dei, La Biblia, ni desatendamos el nombre de la banda que tampoco era una cosa excepcionalmente rara (no olvidemos a Pastoral y a Pedro y Pablo, por mencionar sólo a un par).
Pero en la actualidad, hay nuevas expresiones que surgen a la sombra del fenómeno de la música cristiana que explotó en los 90 con ritmo latino. En el top ten de la música católica se encuentran el costarricense Martín Valverde, la chilena hermana Glenda y los Alfareros, unos mexicanos que ganaron el Latin Grammy; y en la Argentina, tal vez en primera posición, se encuentra Athenas, acompañada por su marido Tobías Buteler en teclados. Algunos están más vinculados a las raices, como suele decir el Papa Francisco, o con la tierra, como se ve en el clip de Maxi Larghi o en el de Pablo Martínez, dos grandes estrellas de música al juzgar por su nivel de aprobación en YouTube. Un canal, llamado Canto Católico, por ejemplo, tiene 108.000 suscriptores.
Estas nuevas expresiones viven de la publicidad que les pagan YouTube o Spotify, o de los productos relacionados con su fama, ya que tienen miles de seguidores. Son fenómenos imperceptibles desde un punto de vista tracional, pero que constituyen herramientas muy valiosas para una nueva evangelización.+



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