Che, patrón



El género de memorias es uno de mis preferidos. Tener la posibilidad de conocer el pensamiento de un importantísimo hacendado correntino contemporáneo a sus 90 años es un privilegio.

José Antonio Ansola poseyó cientos de miles de hectáreas sumando sus distintas estancias, según surge del libro. Nació en 1914 y, con la colaboración de Magdalena Capurro ("el escribió, yo firmé", explica ella), hizo públicas sus consideraciones en 2004.

Su vida transcurrió básicamente en el campo. Sus reflexiones son camperas. Es maravilloso compartir con él sus sentimientos, reflexiones y observaciones. Pero piensa como empresario rural, y como católico; su religiosidad, tan rica como elemental, está muy presente en su vida y en el libro; sus ritos y su austeridad, que procuraron elevar su vida a la trasendencia.

La vida comunitaria a la que se refiere es a la que mantuvo desde chico con peones y capataces, cuando no vecinos o puebleros, a quienes considera más cercanos que a sus compañeros del Lasalle o a la gente de su nivel social de la urbe porteña. Sus peonadas, especialmente sus capataces, fueron familia para él. El "che" guaraní del título significa un mí; al igual los militares llaman a sus jefes "mi teniente".

El anecdotario es de fogón y está salpicado de historias que involucran a la guerra del Paraguay, las guerras mundiales y hasta un paseo a caballo con un joven capitan Juan Domingo Perón por el Tiro Federal, además de un nutrido concierto de imágenes y sonidos de la naturaleza.

Como narración es tal vez más extenso que lo necesario y repetitivo en su cotidianeidad. Pero es un inmenso manantial de vivencias que están a distancia de auto. No es una gran pieza literaria. Pero la riqueza esperitual de ese estanciero es algo que debe ser atendido.

Papá no era un gran intelectual. Fue un hombre de trabajo, que hizo de la actividad agropecuaria su segunda vida (la primera fue como arquitecto), merced a la herencia de mi abuela materna. Supo valorar la gauchesca vida de sus cuñados Grondona y de los primos de mamá, Pereyra Yraola. Tengo muy presente cuando leyó este libro y cuanto lo disfrutó. Este señor Ansola podría haber sido uno de sus tantos clientes suyos. Realizó más de mil obras, muchísimos ellos cascos de estancia como podrían ser los que poseyó Ansola. Desde su recomendación, este libro estaba en mi lista de pendientes.

Esta lectura fue un homenaje para todos esos que, como Ansola, le dieron tanto a nuestra querida Patria. Hay mucho que aprender de ellos.+)

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